lunes, 13 de mayo de 2013

La princesa


Llevamos unos días durillos con la princesa. Grita, llora, exige, demanda, patalea, estalla... Esta exigente, llorona, rabiosa y enfadada.
Y yo solo quiero abrazarla fuerte y decirle que todo pasará, que su hermano no será siempre así o si lo es, aprenderemos a lidiar con ello, me nace decirle que tiene su espacio asegurado, el amor de sus papis garantizado, que aunque el día a día nos supere estamos ahí para ella y que giramos a su alrededor...

Eso es lo que me apetece hacer cuando lo miro con perspectiva, en pleno apogeo de gritos y llantos, lo que salen son gritos, castigos y amenazas... Y es la pescadilla que se muerde la cola, cuanto más grito, más se rebela, y cuanto más se rebela peor son los castigos.
Y demasiado a menudo me he de recordar que yo soy la adulta, que sus reacciones, sus comportamientos son un síntoma de algo pero cuesta mucho, en plena faena, ser racional. Y con mucha frecuencia te asalta la duda de no estar malcriando, de estar creando un monstruo; en frío ves que no, que es una nena de cinco años reclamando su espacio, reclamando atención, pidiendo a gritos que la mires... Y eso te hunde porque te das cuenta que no llegas a todo y quien paga los platos rotos es la princesa.

Ansió el día en que el ñajo, la princesa  y yo podamos hacer cosas juntos. Hoy por hoy, prestarle atención a uno es quitársela al otro... Y duele mil tener que elegir a quien priorizas en cada momento.